En el Perú tenemos una bandaza de salsa dura, Sabor y Control. Con diez años de carrera y tres discos, la acaban de romper en Matute, el Callao y Chorrillos. Hoy se presentan en el Jazz Zone (Miraflores) y, mañana, en La Noche (Barranco). Bruno Macher, su líder, nos habla de su 'barrial’ vida.
"Mi primer encuentro con la salsa se produjo cuando iba a Wilson a comprar LP de jazz y de latinjazz. Tenía unos 16 años y, por entonces, empecé a tocar el saxo, pero iba más por el jazz. El rock nunca me vaciló. En Wilson me encontré con Willie Colón, con Ray Barreto". Bruno Macher, un salsero de barrio, pero con pinta de rockero, habla de su ingreso al mundo de la 'salsa brutal’, la que hace con su banda Sabor y Control.
Estuvo en El Ghetto y, luego, formó Sabor y Control…Así es. Pasaron un par de años entre ambas bandas. Me junté con Chebo (Ballumbrosio), con Constantino (Álvarez) y armamos el primer formato de Sabor y Control, un sexteto que no tenía ni piano ni voz. Nuestras primeras composiciones estaban más tiradas a la descarga, a la improvisación, a la parte instrumental de la salsa...
Willie Colón me dijo: “Sin calle no hay salsa”…Es cierto. La salsa es la calle. Nosotros le cantamos a la calle, al barrio y, para cantarles, hay que conocerlas. A la gente de la banda le ha pasado mil cosas –penurias y cosas buenas–, y esas vivencias están en nuestras canciones. Nosotros somos un grupo de hermanos que ha optado por expresarse a través de la salsa.
Fue por eso que decidieron ponerles letras a sus canciones…Al inicio teníamos coros muy callejeros. Sucede que creció el formato –un piano, más vientos–, se modificó el estilo de la orquesta y, así, se fue implementando la voz. No fue una cosa preparada, fue una cosa que nos nació.
¿Se puede hacer un grupo de salsa dura sin alguien del Callao o de La Victoria?
Sí, basta con ser peruano para hacer buena salsa. Nosotros no estamos pendientes del estereotipo salsero. Procedemos de diferentes lugares, pero las vivencias son las mismas. Hombre, nosotros hacemos música y, para hacerla, no importa de dónde uno venga, el color que uno tenga. En todo caso, el prejuicio está en los otros, no en nosotros.
¿Sabor y Control es un grupo para pensar o para vacilarse?
Para bailar y pensar, para hablar de la calle y de nosotros. Nos encanta que la gente nos reciba con calidez y cariño. Nosotros cantamos lo que sentimos. Nosotros queremos demostrar que, a pesar de la violencia y de las catástrofes, a través de la música se puede hacer el bien. Sabor y Control es nuestra forma de vida, es nuestro espíritu, es nuestro bobo, es nuestra familia, no es un producto. Por eso, no hacemos música comercial, no nos quita el sueño sonar en la radio.
¿Una banda de salsa necesita 'control’?
Claro, porque la salsa no es fácil de tocar. Uno no puede alocarse porque, si así pasa, todo se vuelve un arroz con mango. Un rockero puede ser mal músico; un salsero, no. Uno debe estudiar y exigirse bastante, tener clarito su concepto musical.
Estuvieron en Colombia y les fue bastante bien…Los colombianos son más cultos en cuanto a la salsa. Por eso estamos bastante contentos por el recibimiento enorme que nos dieron en Manizales y Pereyra, las ciudades donde tocamos. En la salsa hay un grado de erudición alucinante. Por ejemplo, la gente sabe quién tocó el timbal en tal o cual disco. Allá, la gente se sabía nuestras canciones, nos llamaba por nuestro nombre, tenía polos de la banda y hasta sonábamos en la radio. Además, éramos el plato de fondo del festival.
Hace dos semanas ofrecieron, en un solo día, conciertos gratuitos en Matute, en el Callao y en Chorrillos…El evento se llamó 'Salsa a la calle’. Queremos rescatar la cultura y la tradición salsera de los barrios limeños y, así, fortalecer su identidad. Nos fue excelente. En Matute fue alucinante; apenas llegamos, ya nos habían hecho un grafiti. La gente de las municipalidades, de la Policía, no entiende que lo que hacemos es arte, pero igual lo hicimos porque la comunidad estaba con nosotros. Ante esto, las 'autoridades’ no pueden hacer nada. Nuestra actividad fue hecha con mucho respeto, no cerramos calles y la acabamos temprano. Además, nadie nos paga, nadie nos auspicia: todo lo hicimos con nuestra plata y con nuestro sudor, por nuestro compromiso cultural y artístico con la gente de los barrios. Ahora preparamos, para junio, 'Salsa a la cárcel’, y luego vendrá un nuevo disco –Barrio bendito, salsa mortal– y la segunda versión de 'Salsa a la calle’
Tomado de Peru21
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