martes, 30 de marzo de 2010

Zombies en la Historia del Perú. La Inquisición

En 1478, los Reyes Católicos de España, temerosos del avance de la plaga zombie en Francia, se unieron a la Iglesia para crear la Inquisición Española, poderosa institución encargada de detectar la existencia de posibles brotes de zombismo y de eliminar las amenazas en ese sentido en cuanto se presentaran. La asociación entre el poder político y el religioso tenía el mayor sentido ya que si bien el zombismo era - y es - un problema de salud pública y de estrategia militar a la vez, el desconocimiento sobre el origen de la plaga hacía que se le relacionara naturalmente con posesión diabólica o brujería, temas firmemente asociados con la religión.


Para no crear pánico entre la población, se decidió ocultar la verdadera razón de la existencia de esa institución y avanzó más bien cómo ente represivo de los ritos y costumbres contrarias a la fe y la vida cristianas. Sólo los sacerdotes dominicos que formaban parte de la Inquisición conocían y custodiaban la verdad.
Este problema que podríamos llamar de relaciones públicas, en cambio no fue tan grave en América pues la población indígena estaba acostumbrada a vivir bajo la opresión zombie de los Incas y los contingentes españoles que llegaban al nuevo continente ya estaban advertidos del problema. Es así que sin mayor trámite, se estableció en enero de 1570 el Tribunal de la Santa Inquisición o Tribunal del Santo Oficio en Lima, llamado así por considerarse un honor religioso el participar en la eliminación de la plaga zombie, tan extendida en el virreinato del Perú.
Siguiendo de cerca del modelo español la Inquisición limeña contaba con sacerdotes entrenados en estrategias de combate antizombie y en medicina de guerra, así como también una red de espionaje y seguimiento. Para aumentar la efectividad de la institución, aquella formó desde el inicio alianzas con las autoridades políticas y militares de la época, quienes tenían ya experiencia de campo en el enfrentamiento con los zombies americanos.
A los sospechosos de estar infectados se les llevaba a mazmorras donde primero eran examinados de cuerpo entero para verificar si tenían marcas de rasguños o mordeduras. Si ese primer filtro era positivo, el acusado era torturado hasta que confesara cómo obtuvo sus heridas ya que no era infrecuente que algunos ciudadanos destrozados por la conversión de un ser amado trataran de ocultar familiares zombie. A fin de reforzar en la población el temor ante el hecho de ocultar sospechosos de zombismo, la Inquisición instituyó los “Autos de Fé”, ceremonias públicas de decapitamiento y/o cremación de cuerpos reanimados.
En privado, en cambio, el método preferido por los sacerdotes de la Inquisición para deshacerse de los zombies era el “potro”, tablero en el que se sujetaba a la víctima y se le estiraban las extremidades hasta dañarle permanentente las articulaciones y ya no pudiese movilizarse y causar mayores daños luego de su transformación final.
La Inquisición supo mantener a raya los brotes zombie por dos siglos, sin embargo con el correr del tiempo el Tribunal desvirtuó sus funciones y pasó a ser más bien una entidad represiva. Se acusaba de zombismo a cualquier ciudadano y a los enemigos del estado para decapitarlos sin cuestionamientos. Estos abusos no pasaron desapercibidos y, ante las estadísticas decrecientes de ataques zombie durante las últimas décadas del siglo XVIII, el virrey del Perú José Fernando de Abascal decretó la abolición de la Inquisición limeña en 1813.
Este exceso de confianza, sin embargo, probaría ser un error estratégico de los españoles, ya que le permitió pocos años después a José De San Martín crear ejércitos zombie que no encontraron resistencia a su paso.
Hoy en día, el Museo de la Inquisición de Lima permite al público ver de cerca las mazmorras y las instalaciones de tortura y eliminación anti-zombie del Santo Oficio. Poco sabe la gente que los huesos e instrumentos que ven son prueba tangible de lo que fue el intento español de control zombie en el Perú virreinal.

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